Del glorioso cactus vigilante,
de las mareas divino guardián,
espía y mirón con ojo inocente,
sublime, precavido y prudente,
dirige pleamares y conduce corrientes,
sentado en el banco ve pasar la gente,
y critica con su lengua de serpiente…
Controla atardeceres,
vuelto de espalda sin mirar al frente,
rodeado de su corte
entre nobles y plebeyos,
vasallos y ciervos con cuernos
y algún buen santo hombre,
fiel a su cita diaria y certera,
aquí se presenta el Príncipe de las Canteras…
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