No soy muy seguidor de Operación Triunfo, pero como televidente soy adicto al zapping y en alguna ocasión he visto pequeños fragmentos de ese programa.
Me sorprende mucho el gran cambio que a sufrido después de varias ediciones, lo que era un programa netamente musical a pasado a un vulgar realiti show, y lo que es más grave, es que tras el paso por el concurso los participantes pasan de ser un sucedáneo de estrella de la canción, a anunciar dietas adelgazantes, como comprar en un supermercado, o a jugar a ser un Robinsón Crusoe en una isla desierta o lo más triste de contertulios en espacios televisivos mediocres de cotilleos rosas o del corazón, olvidando por completo sus carreras de cantantes y de artistas.
En esta última etapa, este gran karaoke, crea más audiencia en el momento de veredicto del jurado que con las actuaciones de los concursantes, donde los miembros del mismo se dedican a descalificar a todo “bicho viviente” insultando al público, al presentador y como no, a todo aquel que hace sus “pinitos” en el escenario, tratando por todos los medios posibles desprestigiar y ridiculizar a quien tenga la osadía de tocar un micrófono para actuar.
Pienso que los espectadores aun quieren más y esperan que lo próximo sea que alguno de los “triunfitos” pierdan los nervios y con la alteración se acuerden de los muertos o de la madre de algunos de los miembros del jurado y se líe una bronca en directo en plan programa mexicano de prenssi cash aumentando más si cabe la audiencia.
Los verdugos se hacen cada vez más famosos gracias al castigo de sus víctimas, que sin rechistar aguantan silenciosos sus tormentos, cada vez más crueles y rigurosos con maltratos psicológicos incluidos, en el fondo disfrutamos con el mal ajeno y aplaudimos esas situaciones que en muchas veces roza el patetismo y lo dramático.
Durante varias semanas viven el sueño de convertirse en un fenómeno mediático para luego pasar al más rotundo olvido.
Con una inversión mínima, alguien se embolsa cantidades millonarias jugando con las ilusiones y deseos de un puñado de jóvenes.
Todo esto se termina cuando se escucha la temida y maldita frase “de debe abandonar la academia” y a partir de aquí el producto deja de ser vendible; y la próxima vez que mencionen su nombre será en la verbena de su pueblo, finalizando los famosos 15 minutos de gloria que decía Andy Warhol.
Operación Triunfo no… Operación acoso y derribo.