sábado, 23 de noviembre de 2019

CENANDO CON DETECTIVES



Cada día que pasa me gusta menos almorzar o cenar en restaurantes de renombres y postín…

Cuando voy con varios comensales y nos preguntan qué vamos a beber y pido una cerveza sin alcohol o una coca cola Zero empieza el follón, la mirada de algunos es fulminante y me condenan a muerte con un juicio sumarísimo y aquí comienza mi calvario…

Rápidamente el “enólogo” de la reunión le pregunta al camarero si tiene un crianza llamado “Pirriaque” que según él es un vino de la Rioja Alavesa al entrar a mano izquierda donde hay una pequeña bodega que solo produce 546 botellas en cada vendimia… y yo me pongo a divagar y creo que él ha catado ese vino anteriormente porque su cuñado le ha regalado una botella que le venía en una cesta de Navidad que le había tocado y no sabía qué hacer con ella…

El “enólogo” después de oler el corcho y mover la copa de un lado para otro produciendo un tsunami… en voz alta dice lo siguiente: es un vino equilibrado que se ajusta correctamente a los sentidos de la lengua, es sedosos y aterciopelado que presenta notas de hierbas y de frutos del bosque, una sensación de elixir en la boca fresca tras el trago…  mientras tanto yo le doy un buche a mi vaso de coca cola y lo miro de reojo…

A la quinta botella de “Pirriaque” la equilibración ya no se ajusta por ningún lado, lo de sedoso y aterciopelado era la publicidad de un champú, la sensación del elixir en la boca hace ya tiempo que desapareció cuando rebañó el plato con un trozo de pan… y las hierbas y los frutos del bosque se mezclaron con un pringoso bizcocho de chocolate… 

Que alguien pida la cuenta que yo me voy…

P.D. (Esta historia está basada en hechos reales).


2 comentarios:

Sara O. Durán dijo...

Jajaja. Genial entrada y genial salida del restaurante. Los enólogos se niegan a aceptar el cero alcohol.
Abrazos. ¡Salud!

Genín dijo...

Si, hay mucho fantasma por ahí suelto, muchas veces depende de quien vaya a pagar la cuenta... :)
Salud