Cuando ya estoy viviendo la década de los 60 años, tengo
claro que ahora no es el momento de callar, sino de todo lo contrario, en 1973
empieza realmente mi historia, tenía diez años y por mi casa aparece el primer
tocadiscos, un verdadero lujo, en mi cuarto jamás dejó de sonar música, y mi
banda sonora aún sigue ampliándose.
Estuve 10 años en una escuela de curas donde todo era pecado
o estaba prohibido y encima rodeado de culpa y miedo, donde hasta el recreo era una asignatura y el mayor logro
era cantar en el coro del colegio, eso nunca fue conmigo, por allí pasé de
puntillas y sin hacer mucho ruido.
Me refugie en mi habitación llena de posters de mis artistas favoritos y mis queridos discos y sobre todos mis sueños y anhelos de un futuro incierto, pero mío.
Sin darme apenas cuenta ya estaba haciendo el Servicio Militar con 18 añitos el tiempo más perdido de mi vida. Allí todo el mundo te recordaba que no servías para nada y todo a bases de insultos de gente inculta y maleducada, estoy hablando de los mandos, los demás éramos mano de obra barata.
A partir de ahí todo cambió, la juventud de aquel momento querían el mundo y lo querían en aquel preciso instante y yo era uno de ellos. En los 80 todo era nuevo comparado con los pasados 70, la norma era "Si no está hecho, lo tenías que hacer tu", nadie te lo iba a ofrecer y lo mejor era que teníamos por primera vez la libertad para poder hacerlo...
Tengo que reconocer que en los primeros momentos en Chipiona yo estaba muy aislado por querer ser distinto, ahora pasado el tiempo me alegro de haber sido uno de los primeros de aquellos personajes pintorescos y distintos, si los transeúntes no se volvían al verme pasar o no hacían ningún comentario obsceno o de mal gusto, estaba claro que al día siguiente el tupé tendría que ser más alto y con más luto riguroso, negro, negro, negro…
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