El que padezca de soberbia y de arrogancia, que se dé
una vuelta por una residencia de ancianos, en ese momento se le bajarán los
humos y la vanidad se arrastrará por el suelo.
La pedantería se le caerá a lo más bajo, las exigencias
y la intransigencia descenderán al fango más profundo y su intolerancia debería
de brillar por su ausencia.
En ese lugar verá reflejado el futuro, donde la vejez es la meta y el final del camino…, y está claro que todos llevamos un viejo dentro.
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