Qué iluso era cuando aún creía que existía el cielo y
también el infierno, los buenos al paraíso y los malos a las tinieblas.
Qué soñador era cuando aún suponía que resucitaría algún
día de entre los muertos.
Qué inocente cuando aún pensaba que mi deidad era la
verdadera y las demás eran farsas y patrañas.
Qué ingenuo era cuando aún profesaba una fe ciega
impuesta por una frontera y una cultura.
Qué cándido era cuando aún imaginaba que había que ser
bueno en esta vida para que te premiaran en la “otra”.
Qué contento me sentí cuando descubrí que para ser
feliz y estar satisfecho solo hay que intentar ser buena persona, ayudando a
los demás y respetándolos, no hay más leyes ni mandatos a seguir, no hay más
premios ni castigos que tener la conciencia tranquila y en paz, para mí todo lo
demás está de más…
P.D. Si con este texto he herido la sensibilidad de alguien,
nunca ha sido mi intención, ya le pido disculpa…, pero es lo que pienso… (Este texto es totalmente personal no hace falta comentarios de ningún tipo).
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