Unos nos quieren con hábitos de monjes,
otros desnudos integral,
otros gritando y otros calladitos total,
unos quieren que salgamos a las calles a protestar
y otros encerrados en casa sin rechistar.
Unos en los extremos, otros en los moderados,
dependiendo del espacio y el tiempo,
unos excesivos e intensos y otros prudentes y austero,
según soplen los vientos.
Unos ponen los cotos y otros los limites,
todos construyen fronteras y pocos puentes,
todos con los pobres y todos con los ricos quieren estar,
pero los de abajo siempre serán los de abajo
y son los que pierden,
solo
cambian las caras y los rostros de algún día presuntos delincuentes.
Las promesas “prometidas” siempre son repetidas,
renuevan las voces y al final guardan las falsas sonrisas
para otras ocasiones,
en cajones y repisas…
Palmeros y seguidores, partidarios y adictos,
incondicionales y sectarios, admiradores y fanáticos,
con muchas ganas de
fiestas a diario.
La lucha ya comenzó en el coliseo,
las graderías quieren espectáculo,
piden sangre sobre la arena,
gladiadores de diseños,
fieras amansadas y domadas,
bufones simplones y grises,
vísceras falsas sobre la pista,
aplausos forzados y fingidos de un público abonado,
que se conforman con un decadente pan y circo, ya saldado…
Ya solo nos queda comulgar con grandes piedras de molinos,
y no viendo la viga en nuestro ojo y si la paja en el del vecino.
La controversia servida ya está…
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