Nidos de avispas en sus bocas, colas de alacranes son
sus dedos, apuntan y disparan dardos con veneno de tarántulas, se arrastran
como serpientes letales con las lenguas bífidas buscando sus próximas víctimas.
Se agrupan en manadas dañinas y maléficas, malsana es
la vida que llevan, se alimentan de la sangre y las vísceras de sus enemigos,
hostiles rivales enfrentados en una partida de ajedrez, donde las fichas
blancas derrotan y humillan siempre a las negras, por mucho que den comienzo una
nueva partida…, el pueblo siempre pierde…, el jaque mate está servido, y los
peones dispuestos a luchar hasta morir por la causa, y al final alguien desde
arriba vocifera: “Fin del torneo, vuestros muertos por los nuestros”.
El miedo y el temor son sus aliados, silencio pero
luego el ruido, mucho escándalo y gresca.
En la trinchera de cristal, comienza el espectáculo no
hay tregua ni reposo, la noche es oscura y enlutada, son opositores a la luz y
a la claridad.
El rey y la reina de corazones ya sin brillos, gritan
órdenes borrosas y turbias para confundir a un público ya sin ganas de aplaudir,
conjugan los verbos mentir y engañar en todos los modos y tiempos posibles,
hasta la misma Alicia tira ya la toalla.
Siguen pasando uno tras otro, ánimas vagabundas por los púlpitos y estrados, cambian los perros, pero con los mismos collares, apariciones apoteósicas como sombras de espantapájaros, siluetas jubilosas de fantasmas patéticos, "politicuchos" en campañas monumentales y eternas, pero que sólo son marionetas al poder...