Siempre he pensado que la timidez no sirve para nada,
pero no se puede confundir timidez con prudencia, la prudencia si es una virtud
y no un defecto.
Los imprudentes hacen que sus atrevimientos y osadías
los conviertan en temerarios, kamikazes en potencias.
Resumiendo la gente que siempre dice lo que piensa en
voz alta, tienen que aceptar que haya otras personas que piensen lo contrario.
Y cuando la polémica o el debate están en su punto álgido
nadie se atreve a romper la baraja y
empezar una nueva partida, la discusión está servida, algunas veces ser
espectador de la contienda también tiene su lado morboso….
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