Me encantaría ser una persona que trasmitiera optimismo
e ilusión pero se bien que no lo soy, es más creo que todo lo contrario, el
pesimismo siempre ha sido compañero de viaje, y la confianza y la seguridad
tampoco han formado parte de mis virtudes.
El ánimo y el brío lo he perdido con mucha frecuencia y de forma rápida, la gente cercana que me conoce bien saben perfectamente que no
estoy exagerando nada, y lo que hoy estás leyendo es la pura verdad.
También pasé por mi época de desaliento y abatimiento,
o lo que es lo mismo depresión, todo ello acompañado de tristezas y
flaquezas.
Esto lo cuento hoy no es porque quiera servir de ejemplo,
pero sí de muestra de que siempre existe una luz al final de túnel, habiendo
salida y solución aunque en algunos momentos no lo creas.
No hay mejor tratamiento y medicamento que rodearte de verdaderos amigos, agarrarte a la amistad como si fuera la cola del viento, y en caso que eso no funcione, te administra de nuevo una doble dosis de esa fórmula mágica, amistad…
Un buen amigo es un buen ladrón de tu tiempo.