Siempre están con sus escopetas cargadas con balas de
fogueos y metralla compuesta de miradas de reojos y pensamientos retorcidos.
El síndrome de Diógenes les hacen buscar en la basura,
corazones rotos y amores no correspondidos, a los primeros los pisotean y a los
segundos los ponen en altares.
Coleccionan rumores y recopilan murmuraciones que son
su único fuerte, muchas veces sus exclusivos tesoros, para el posible brillo de
sus quince minutos de gloria.
La noticias hablan y ellos si se mueven no solo salen
en las fotos, se conforman con estar y no con ser, se convierten en maniquíes de
sombras de angustias, nos venden oscuridades y negruras, pero rara vez hacen
algo por cambiar lo que les rodea.
Ánimas en penas que recorren escaparates tristes en una
ciudad luminosa, almas maltratadas intermitentemente según les soplen lo
vientos, espíritus sin alientos y fuerzas, diseñadores de efectos especiales
que casi nunca les funcionan.
Estarán esperando a que pase un cometa o baje un
platillo volante…
P.D. El hielo del gin tónic nocturno diario cada día me
hace más daño…
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