Admiro a esa gente mayor anónima de la calle que
cuentan verdades como puños, realidades vividas en primera persona, altavoces
y emisarios atrevidos y a la vez serenos, con mensajes en el lenguaje coloquial,
sin artificios, ni colorantes, ni conservantes…, enciclopedia de consejos.
La voz de la experiencia los vuelve en eruditos y
doctos, no tienen títulos, ni orlas, ni diplomas, ni falta que le hacen, lo
vivido es ya suficiente universidad, lo que si poseen es un máster en razón e
ingenio estudiado con el paso del tiempo.
Es bueno recordar que todos llevamos a un viejo
dentro…
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