Antes que me llegue la inspiración, voy a mi templo y me concentro en mi oratorio y me tomo mis pócimas y brebajes, para poder elevar mi espíritu y mis pies del suelo, más tarde libero mis dedos sobre el endiablado teclado y poco a poco y como por arte de magia y encantamiento van saliendo estos malditos textos.
No soy yo el que escribe, no soy yo el que dicta estos perversos pensamientos, puede que quizás mi alma atormentada quiera bajar a los infiernos…
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