La carretera que conduce al fuego eterno está señalizada de
piadosos propósitos y designios que yo no suelo apreciar, está claro que las teologías
de todas las religiones existentes no me dejarán pasar a sus privados paraísos.
Nunca he estado a salvo, de todas formas personalmente no me veo vestido con
una túnica blanca inmaculada y con una aureola brillante en mi cabeza, pasando los días sentado en una
nube tocando una pequeña arpa y agitando mis alitas…
A la hoguera de cabeza por hereje, lo tengo bien merecido…
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