(Esta entrada está dedicada a todos aquellos que no les gustan “demasiado” las Navidades).
Anoche soñé que de repente la celebración de la Navidad había sido suspendida del mes de diciembre, gracias a un referéndum democrático en el que el "NO” había salido ganador por una mayoría absoluta y aplastante.
Se acabó el árbol, el Belén, los Christmas, los grupos de campanilleros y los villancicos,
el sorteo de la lotería,
los polvorones, el turrón, los mazapanes y los pestiños,
las zambombas, las panderetas y el anís,
la cena del día 24,
la mesa con velas rojas, el pavo y la vajilla buena,
las reunión de la familia y los amigos,
la Misa del Gallo,
el alumbrado de las calles,
los adornos de los escaparates,
estrellas, campanas y guirnaldas,
el Día de los Inocentes,
la Puerta del Sol, las campanadas de fin de año,
las uvas de la suertes, el anillo de oro en la copa de cava,
los buenos deseos y las felicitaciones,
los cotillones,
las visitas de Santa Claus, de Papá Noel, de San Nicolás,
Melchor, Gaspar y Baltasar y la cabalgata de Reyes,
los regalos, los caramelos y el roscón,
de una noche “muy especial” de nervios...,
donde los niños les cuestan conciliar el sueño,
y muchas otras pequeñas grandes cosas,
insignificantes pero imprescindibles.
La Navidad ya está aquí…