Como te echo de menos, cada día que pasa me acuerdo más de ti, desapareciste poco a poco sin apenas darnos cuenta, cuando notamos tu perdida ya era demasiado tarde, tengo carencia de ti las 24 horas del día, desde el desayuno a la cena, añoro tu ternura, tu blanca palidez y siento la gran ausencia de tu embriagante aroma.
Alguien usurpó tu trono y tu sitio, venía de la moderna y refinada Francia, y llegó para quedarse, todos los lugares en los que tú reinabas pasaron a ser de sus dominios, y los noveleros y vanguardistas se pusieron de su lado, simplemente te ignoraron y pasaste al olvido, después de tantos años dándoles de comer. Solo decir tu nombre, hace que mi boca y mis labios me traigan tu recuerdo, hoy quiero gritarlo a los cuatro vientos: como te extraño, querido y amado “bollo de a cuarto”. Maldita “baguette”, maldito modernismo, que han hecho de ti solo una evocación. ¿Dónde está tu sabor? ¿Tu color? ¿Dónde está aquel penetrante olor?
Me viene a la memoria aquella talega amarilla que con punto de cruz escribía tu nombre en grandes letras azules “pan” y a la singular y cariñosa Magdalena, en la plaza de abastos en la panadería de “Santa Ana” nos daba la noticia que el próximo amasijo estaba ya en camino, directo del horno en grandes cajones de reluciente madera, llegaba el esperado y suculento manjar recién hecho, caliente y crujiente. Y de regreso a casa en más de una ocasión más de un “bollo” sucumbía a golpe de incansables pellizcos durante el viaje de vuelta.
Harina, levadura, agua y sal, de tu fórmula mágica, hemos pasado a la textura del plástico y el chicle, no sabemos donde falla tan maravilloso hechizo para tan triste y nefasto resultado. Cuando en estos momentos que vivimos en los que valoramos tantos los productos ecológicos y artesanales, porque le damos tampoca importancia a este alimento tan habitual como es el pan y no exigimos calidad, volvamos a los métodos tradicionales de nuestros padres y abuelos, el retorno a lo natural. Y como nos cantaba Juan Luis Guerra “Ojala que llueva café” pero a ser posible que venga acompañado de un “cundi” (Que es como conocemos a ese tipo de pan en Chipiona) untado con manteca “colorá”.
(P.D. Esta es mi segunda entrada en la Semana de “EL Gusto” del Blog de Paradela de Coles de nuestra amiga María Jesús, que os aproveche…)
10 comentarios:
¡Y que bueno está con aceite y azucar! Ya nada es lo que era Mamé.
Ay, el pan, qué bueno.
Y es que mira que es difícil encontrar hoy día un buen pan. Como dices, todos se parecen y van uniformados y se quedan lacios y sin textura a las pocas horas.
Recuerdo el pan de los pueblos de la sierra de Huelva, grandes y riquísimos, nunca se ponían duros, pero los de ahora, recién hechos están de lujo, pero cuando se enfrían...
Un abrazo, Mamé.
Hola MAMÉ.
Yo comí hace unos días un pan en buena compañía, frentre al mar y que sabía a gloria. Una gloria con sabor a autentico y a pellizcos.
Un beso y buena semana.
Que rico el pan, con razón se dice de alguien que es muy alto.....eres más largo que un día sin pan.
besitos
Aquí en Galicia tenemos el mejor pan del mundo. Mi yerno, que es gaditano, opina lo mismo que yo. Ya sé que vosotros tenéis otras cosas mejores (me lo recuerda siempre)pero en el pan os ganamos. Y nada de francesas.
Bicos
Pues es verdad el pan ya no es pan...
Las panificadoras los tienen preparados, congelados a punto de poner en el horno...y por eso al cabo de unas horas parece goma...
Recuerdoque me entusiasmó "el mollete"...de Lucena....
Detesto la baguette, nunca las compro!
Salud
¡HUMMM! Mamé, ¡qué delicia de cundi!
Me has emocionado cuando me has traído a la mente a Magdalena, la del pan.¡Qué mujer!¡Qué pan!
Magdalena era cariñosa, tierna y dulce, como su nombre. Siempre una palabra amable, sosegada, familiar...
Que tengas una buena noche y que nunca te falte el pan, aunque no sea de cundi.
Publicar un comentario