Uno
de los mejores recuerdos de mi niñez, era el paso por la Avenida de Regla
camino de la escuela y encontrarme con la grata sorpresa de que estaban
blanqueando la fachada del cine de verano “Gran Cinema”, eso era sinónimo de
que se acercaba la época estival y lo más importante, se acababa el “tortuoso”
colegio. El mejor de los premios de estar de vacaciones, consistía en poder ir
al cine de noche, ya que el resto del año solo había función infantil los
domingos a las cuatro de la tarde, por lo que la nocturnidad significaba toda
una aventura a nuestra corta edad, era imposible salir más tarde de la diez sin
compañía adulta.
En
mi pueblo en aquellos años existían más cines de veranos, el Calatrava, el
Álvarez Quintero y el Avenida, pero restringido para mayores de 18 años,
mientras el Gran Cinema se especializaba en proyecciones toleradas para todos
los públicos, convirtiéndose en un templo espiritual donde los más pequeños
soñábamos con nuestros héroes favoritos, desfilando ante nuestros atónitos ojos: piratas, romanos, indios y vaqueros, monstruos del espacio y todo tipo de bicho
viviente al que no llegábamos con nuestras mentes a imaginar.
Este lugar tenía su propio encanto y un olor muy característico y peculiar, olía a jazmines y damas de noches y otras veces a bocadillos de tortillas, con un techo que cada anochecer lo visitaban cientos de estrellas, una sala donde los niños podíamos degustar de nuestro sabroso paquete de pipas de un “duro”, tirando las cáscaras al suelo sin ningún tipo de remordimientos y los mayores fumarse un paquete de tabaco sin que fuera pecado....
Este lugar tenía su propio encanto y un olor muy característico y peculiar, olía a jazmines y damas de noches y otras veces a bocadillos de tortillas, con un techo que cada anochecer lo visitaban cientos de estrellas, una sala donde los niños podíamos degustar de nuestro sabroso paquete de pipas de un “duro”, tirando las cáscaras al suelo sin ningún tipo de remordimientos y los mayores fumarse un paquete de tabaco sin que fuera pecado....
Antes
de cada proyección ponían el NODO, que era una especie de informativo de la
época, se iniciaba con la inauguración de algún pantano, carretera o escuela
para huérfanos, todo ello entremezclándose con la factoría SEAT donde se
fabricaban los anhelados seiscientos, luego un recorrido por el heroísmo de los
niños de la Operación Plus Ultra, las copas de Europa del Real Madrid y como
no, la llegada de la turista un millón a Mallorca con ensaimada incluida y como
colofón los grupos de bailes regionales amenizaban con jotas o sevillanas los llamados
Festivales de España, haciéndonos ver la suerte que teníamos de vivir en este
maravilloso y soleado país.
También
recordar la salamanquesa que recorría tranquilamente toda la pantalla y se
paseaba por las zonas prohibidas de Jane o las entrepiernas de Tarzán y cuando
la película nos parecía aburrida nos distraíamos, viéndola cazar mosquitos,
mientras “el muchachito” salvaba a la chica, ella se cenaba una mariposa
nocturna. El inicio del filme era recibido por un caluroso aplauso, así como
sus escenas más intrépidas, donde el caballo del bueno siempre al final corría
más que el del malo. Cuando terminaba la película y ya en la calle dependiendo
del género que hubiésemos visto, nos transformábamos en Fu manchú, en Toro
Sentado, en el Zorro o en la Mona Chita, luchado contra árboles, papeleras,
bancos o con todo aquello que se nos ponía por delante.
El
final del verano lo asumíamos con tristeza, cuando la Virgen de Regla de daba
“la vuelta” a partir del 8 se septiembre, Chipiona se volvía gris, oscura y
casi siempre lluviosa, era como si por arte de magia se ocultara su luz y de
nuevo la vuelta al colegio. A veces cuando miramos hacia atrás, no nos damos
cuenta de todas aquellas pequeñas cosas que hemos ido perdiendo por el camino,
“alguien” tendría que hacer un homenaje a esos Cines de Veranos, por lo que han
representado para aquellos que hemos tenido la suerte de disfrutarlos, para
unos la libertad, para otros los recuerdos familiares y para la gran mayoría,
el despertar hacia la adolescencia e incluso los primeros besos perdidos que
hoy todavía huelen a jazmín... Más cine por favor…