Si te ofrecen un regalo envuelto en un atrayente papel de
llamativos colores, luego una atractiva caja de labrada madera, con un
cerrojito dorado dispuesto para abrir, y después todo está lleno de virutas
suaves para que el objeto no sufra ningún desperfecto, la emoción te embarga y la palpitación
llega al limite.
Pero cuando lo encuentras y descubres que el obsequio
es una auténtica “mierda”, pues esa es la sensación que tengo al leer algunos
comentarios y afirmaciones en estos momentos.
Tengo las manos llenas de excrementos y ya no me queda
más papel para limpiarme, ni agua, ni detergente que me quite tanta porquería,
la colonia y desodorante no camufla ya el olor a despojos…
Está claro que me uno a ellos o moriré en el intento…
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